sábado, marzo 12, 2005

El día después de la masacre

Recuerdo subir al tren el 12 de marzo, y escuchar un silencio total; los oídos buscando un estímulo que alejase las sombras del ataque de pánico.

Recuerdo pensar en las imágenes de los trenes destrozados mientras miraba las paredes del vagón, y recuerdo sentir mi frágil cuerpo de carne y sangre. Recuerdo las caras tensas de aquellos que viajaron conmigo (fuimos héroes).

Recuerdo mirar a los policías y agradecer su presencia; y al mismo tiempo, preguntarme, ¿dónde estabais ayer, hijos de puta? (sí, soy una rata)

Recuerdo los días durmiendo fuera de casa, la noche del sábado recorrer madrid gritando de rabia por aquellos que pusieron en la balanza los cadáveres de su gente (sí, es verdad, no eran su gente).

Recuerdo el orgullo de vivir en esta ciudad que se negó a creer lo que la pantalla decía (en la plaza de Atocha, después del minuto de silencio, ¿estabas allí?).

Recuerdo los días después, tan cansado que no podía dormir, tan cansado que no podía dejar de caminar sin tener dónde.

Recuerdo también, la semana siguiente, la conferencia de un poeta coreano que nos recordó una frase de Lorca, frase que me golpeó como un bloque de hormigón contra el alma.

España es el único país
que vive la muerte
como un acontecimiento nacional

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